Conseguí un empleo, y no, no me hace feliz, aunque finjo sentirme bien con el, pero para ser franco siento que me estoy fallando a mi mismo, que me dejé derrotar, tanto que criticaba el hecho de trabajar ocho horas diarias siguiendo ordenes de un pendejo y por un misero sueldo, y . . . pues bueno.
Ya no percibo a las personas como antes, ahora para mi es igual tratar a un niño de siete años como a una señora de setenta y cinco, aunque la verdad preferiría no tratar a ninguno. Apenas yo me entiendo con eso de "percibir a las personas".
Mis papás están orgullosos de mi, me corté el pelo, me quité el piercing, gano mi propio dinero, entraré a la escuela de nuevo, incluso a veces platico con ellos, ¿Será eso a lo que llaman "madurez"? si es así prefería que regresara de donde vino.
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